jueves, 3 de agosto de 2017

Cualquier coincidencia con la realidad... es pura casualidad.

MISTERIO SIN RESOLVER...

 PENSEMOS EN UNA FAMILIA adinerada. Un matrimonio ya mayor y sus cuatro hijos: un varón, el primogénito, y tres mujeres. El padre, a partir de una pequeña empresa propiedad de su suegro, ha construido un grupo empresarial que abarca compañías de plásticos, concesionarios de coches, inmobiliarias y manufacturas de productos químicos, como resinas. Además, ha presidido la caja de ahorros de la región y ha ejercido el mecenazgo deportivo de regatas y otros deportes de papel cuché. En suma: es alguien conocido —toda su familia lo es— en la sociedad provinciana a la que pertenece. Un prototipo, sólidamente conservador, de los que gustan tradicionalmente a la Iglesia española, afecto —él y su dinastía— a mantener su intimidad bien a resguardo. Tan católicos como para vivir, pegados los unos a los otros, en una finca, La Finca, donde todos poseen casa. 
IMAGINEMOS AHORA dos sucesos luctuosos. El primero: la muerte por enfermedad del padre, dejando un testamento equitativamente justo donde se acuerda hasta de su cuñada y que, aun así, no logra evitar que, al poco de abrirse, la familia se divida en dos bandos: el de la madre-viuda y su primogénito, ella en posesión de la acción de oro que la faculta para cambiar la estructura empresarial, y el de las tres hermanas y sus maridos, progresivamente perjudicados en lo simbólico, pero también en lo económico, por decisiones en las cuales ya no participan: la eliminación del consejo de administración que aglutinaba a los herederos, el nombramiento del primogénito como administrador único y la supresión del reparto de dividendos. El segundo suceso luctuoso, imprevisto o no según se mire: el asesinato de la madre-viuda en el lavadero del concesionario regentado por uno de sus yernos, la tarde en que acudió a recoger su coche tras haberlo dejado allí para una revisión. Poco después del asesinato de esta, uno de sus nietos escribió en una red social: “Jaque mate”

El asesinato tuvo lugar alrededor de las últimas horas de la tarde de un viernes de principios de diciembre en el concesionario de coches, sito en una Carretera de la provincia donde reside toda la familia.

El Patriarca fue condecorado con la medalla de oro y brillantes de la Cámara de Comercio de la Provincia y era uno de los empresarios más destacados de la Comunidad Autónoma en el tiempo de las sonrisas, antes de que la diversión cesara de improviso por la crisis y la corrupción generalizada. Su esposa apareció, junto a su coche —un coche de gama alta—, tendida en el suelo, uno de los pocos rincones del concesionario desprovisto de cámaras de seguridad. Probablemente el asesino la sorprendió cuando acababa de meterse en su vehículo, pues la puerta estaba abierta y su bolso quedó sobre el asiento del copiloto. Recibió dos disparos a bocajarro en una mejilla, uno con orificio de entrada y salida y el otro solo de entrada. Se encontraron los casquillos, pero no el arma. Los casquillos revelarían que las balas habían sido manipuladas para poder dispararse por una pistola de mayor calibre. La policía contempló inicialmente la hipótesis de que se tratara de un asesinato por encargo, una intimidación o una venganza a causa de los lucrativos negocios de la familia en Sudamérica, aunque enseguida abandonó esa vía de investigación y se centró en la familia. Las desavenencias en su seno eran evidentes, pero fue el propio yerno de la asesinada, de 49 años, en cuyo concesionario se produjo el asesinato, quien propició que se fijaran principalmente en él. Acostumbrado, como sus parientes políticos, a mantener en secreto el cisma, cometió la torpeza de negarlo en su primer interrogatorio. Tal vez el desliz no tuviera importancia, pudo ser un reflejo automático. La policía, además, disponía de razones añadidas para interesarse por él.
Una, que se recalca en su informe al juez, los mensajes que los dos hijos varones del yerno colgaron en una red social poco después del asesinato de su abuela: “Jaque mate”, el mayor, y “Maldita zorra, eres más falsa que tus putos bolsos”, el pequeño. Pensamientos impropios, en principio, de los hijos de alguien con el necesario autocontrol y que revelarían el asfixiante rencor dominante en ese sector de la familia.
Otra razón, los testimonios que otorgan al yerno un papel destacado en la intoxicación de las relaciones familiares. Se le conocen puñetazos en la mesa, exclamaciones de reproche en contra de su suegra y del primogénito de esta, así como malas caras y desplantes en las escasas ocasiones en que coincidió con ellos tras el desencadenamiento del conflicto hereditario.

Y además, lo que se averiguó a través de los trabajadores del concesionario. Al parecer, en contra de sus costumbres, el viernes del asesinato este yernísimo permaneció en el negocio desde la apertura hasta casi el cierre. En esas horas, además, sucedieron cosas extrañas que despertaron la atención de la policía. Para empezar, la víctima tuvo que ir a recoger su coche al lavadero, un lugar inusual, ya que los vehículos se entregan a los clientes en el aparcamiento y allí lo había dejado el empleado que lo revisó. Se sospecha que después lo trasladó su yerno, porque antes había enviado al encargado a hacer un recado. También despierta la suspicacia policial, dadas sus malas relaciones, que recibiera a su suegra a las puertas del local tras haberla citado a través de su secretaria a esa hora tardía, así como que él mismo le entregara las llaves del coche y la acompañara al menos un trecho del camino hasta el lavadero. Dice la policía que, cuando volvía, se tropezó con un empleado que venía en dirección contraria, lo cogió del hombro y le hizo dar la vuelta con una excusa.
Con esos indicios y con otros que se conocerían más tarde, como el hecho —constatado por las escuchas policiales— de que apenas hablase con su mujer por teléfono desde el asesinato. Sabían, porqué nueve días después la policía realizó una reconstrucción del crimen en la que ya se señalaba como sospechoso al yernísimo, que mantuvo el móvil apagado mientras este se producía y que tenía licencia de armas. El informe incluido en el sumario indica que estaba en el concesionario en esos momentos y que después se marchó a La Finca, aparcó delante de su chalé y se dirigió para encontrarse con su mujer al de una de sus cuñadas, distante unos metros, donde permaneció hasta que, tras conectar el teléfono, un empleado le avisó del suceso; luego salió y, antes de coger de nuevo el coche para regresar al concesionario, pasó por el garaje de su casa, momento —señala la policía— que pudo utilizar para lavarse, ya que imaginaba que se le practicaría el test de la pólvora. Consigna el informe que solo él y dos personas sabían que la viuda iría a recoger el coche cuando lo hizo, resalta que en su condición de gerente conocía el lugar y dónde estaban las cámaras de seguridad, apunta a un móvil instrumental en el contexto del litigio familiar y lo acusa de haber preparado el crimen. Se basa para ello en el testimonio de empleados que dicen haberlo visto maniobrar con un coche en la zona del lavadero unos días antes del viernes fatídico, y en que también en esa ocasión se había deshecho del encargado.
Al finalizar, la policía recoge 23 indicios; en cambio, no aporta ninguna prueba concluyente de culpabilidad. Dio negativo en el test de la pólvora que se le practicó la noche del asesinato y posteriormente se confirmó que el ADN masculino encontrado en las manos de la asesinada no era suyo. En cuanto a sus herramientas particulares, que fueron analizadas, no ha podido demostrarse que se utilizaran en la manipulación de la munición.

 El yernísimo es el sospechoso perfecto, esta es hasta la fecha, que se sepa, su mayor desgracia. Son tantos los indicios que se acumulan en su contra que todo su pasado se ha sometido a escrutinio público con objeto de trazar el perverso retrato de su "presunta culpabilidad". En no pocas informaciones ha sido tratado como un trepa al que su suegra habría arrebatado la parte del pastel a la cual creyó tener derecho tras casarse con una rica heredera; se ha descalificado la gestión que hizo de los negocios familiares antes de su enclaustramiento en el concesionario, comparándola con los éxitos de su cuñado y antagonista en la empresa del grupo dedicada a los plásticos; y se le ha achacado haberse adjudicado, en venganza, retribuciones excesivas para perjudicar a la empresa. El largo tiempo transcurrido entre el asesinato, y su detención, unos dos meses, con unas fiestas navideñas en medio, ha favorecido las filtraciones sobre la investigación policial y contaminado el relato fijado, cuando lo cierto es que muchos argumentos del informe policial son cuestionables. Por ejemplo, se establece en él que fue el presunto culpable quien colocó el coche en el lavadero, pero, como quedó demostrado por el entonces abogado de la defensa, en la comparecencia judicial del jefe de la investigación a mediados de marzo, no hay ninguna evidencia de que así fuera. Nadie lo vio hacerlo, y él lo niega. En esa misma comparecencia, el abogado defensor logró poner en duda el móvil, que el inspector jefe había atribuido a la voluntad de revertir la desventaja de su mujer y sus cuñadas en el contencioso familiar, al dejar constancia de que se había construido a partir del testimonio de personas cercanas al hijo-primogénito de la asesinada, personado como acusación particular en la causa desde finales de diciembre (sus hermanas lo harían, para pedir la libertad del sospechoso, a principios de enero siguiente). Otro punto controvertido es qué hizo el presunto culpable entre su marcha del concesionario tras el asesinato y su regreso una vez que fue avisado. Aunque él no lo mencionó en los interrogatorios, la policía tiene probado que pasó por el garaje de su casa tres minutos, y apunta que fue entonces cuando pudo deshacerse del arma y lavarse. En cambio, la defensa lo desmonta como indicio, pues considera que antes de llegar allí habría tenido acceso a otros lavabos. Lo mismo respecto a la presunción de que su condición de tirador olímpico federado lo capacitaba para manipular armas: al contrario de la premisa de la policía, la defensa evidencia que la modalidad de tiro que practica no lo permite.

  El presunto-acusado, cuando lo detuvieron, dijo a los policías que llevaba tiempo esperándolos.

 ¿Mató el yerno-acusado a su suegra o alguien le está haciendo cargar con la culpa? Si lo hizo, ¿lo hizo solo? ¿Fue utilizado o también él dio por descontada su futura condición de sospechoso? Quien ideó el crimen, ¿previó cómo se desarrollaría la instrucción? Que el bolso de la víctima apareciera intacto, ¿es prueba suficiente para descartar el intento de robo? ¿Por qué se ha puesto el foco en el presunto culpable desde el principio? Hay personajes no secundarios, como el hijo-primogénito, acerca de los que no se ha indagado o al menos no ha trascendido que se haya hecho; etapas del recorrido del único-acusado la tarde de autos sobre las que debiera saberse más. ¿Qué sucedió en casa de su cuñada? ¿Cómo es posible que se marchara de allí, según dice, sin comunicar a los allí reunidos el asesinato del que acababa de enterarse? Además, hay indicios que no casan bien entre sí. Si el presunto-asesino era tan impulsivo como para perder los nervios con su suegra, o como sugieren los desafortunados mensajes de sus hijos en la red social, ¿cómo se entiende que parte de los indicios aportados por la policía le atribuyan una premeditación difícilmente conciliable con las tempestuosidades y los arrebatos? A esa misma intemperancia de los hijos en la red social se le podría dar la vuelta. ¿Se la habrían permitido si consideraran a su padre dispuesto a matar a su abuela? Ni siquiera la supuesta motivación del único-acusado resulta totalmente convincente. ¿Actuó por resentimiento o para obtener un beneficio? Si fue lo segundo, no tuvo demasiado éxito: en su testamento, la viuda-asesinada nombra a su primogénito heredero universal mientras que a sus hijas, incluida la mujer del acusado, las deja con la legítima estricta.

Hay voces entre los amigos de la fallecida, como la de un letrado, que reclaman retomar la teoría de la intimidación o el ajuste de cuentas. ¿Y qué pasa con la fidelidad que hasta ahora le han demostrado las tres hijas-hermanas? Matar es algo muy serio, tanto como para que resulte estadísticamente extraño que tres hermanas y sus familias lo consientan. Por lo pronto, 39 días después de dictar su prisión preventiva, el juez accedió por petición de la defensa a ponerlo en libertad bajo una altísima fianza. Si bien el recurso interpuesto por la fiscalía y la acusación particular de su cuñado se ha desestimado por encontrar la medida ajustada a derecho, no parece plausible que el juez la hubiera dictado de no albergar alguna duda sobre su culpabilidad.

Todavía, la instrucción del caso está por concluir, a falta del análisis de los ordenadores del presunto-autor del asesinato y de una tarjeta telefónica de prepago que se le intervino. Cuando concluya, al ser un procedimiento con jurado, la defensa dispondrá de cinco días para presentar sus alegaciones.

En el horizonte ya se vislumbra cuál puede ser la estrategia de su nuevo abogado-defensor, un abogado de un prestigioso despacho madrileño: incidir en la flaqueza de los indicios, objetar la parcialidad de algunas de las diligencias practicadas y desmontar el supuesto móvil económico aduciendo que, de haber un beneficiado por la muerte de la viuda, sería su primogénito. En ese sentido, su abogado-defensor, que es partidario de buscar al asesino fuera de la familia, afirmó en sede judicial a principios de marzo que, unas semanas antes de su muerte, la viuda habría intentado poner fin a la guerra familiar repartiendo entre sus hijos las atribuciones de la acción de oro y que fue su hijo quien se negó.

Actualmente, los cuatro hermanos siguen viviendo en La Finca, igual que la hermana de la asesinada, alineada con su sobrino-biológico. El recinto es amplio y no están hacinados, no conviven. Sin embargo, las dos facciones enfrentadas han tenido que volver a verse en la junta de accionistas de la sociedad que agrupa los diferentes negocios del grupo. Además, los 400 millones que factura la sociedad siguen uniéndolos.

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