Los episodios trágicos de epidemias no suelen aparecer casualmente sino asociados a momentos de escasez, hambre o guerras.
Los cuatro escenarios epidémicos significativos y especialmente tristes: 1348, 1647, 1885 y 1918. Esos cuatro casos es preciso vincularlos a pandemias de carácter universal.
*«L'any de 1347 fon l'any de la gran fam i pujà el cafis del forment 12 i 13 lliures en terra del rey d'Aragó». El «Dietari del capellá d'Alfons el Magnànim» preparó con estas palabras el escenario insólito de la pandemia de peste bubónica del año 1348, el de «la gran mortaldat, que fon la primera mortaldat i fon tan gran que en Valencia hi hague jornada en que moriren 1.000 persones», indica.
El hambre dio paso a las protestas contra los impuestos y las revueltas terminaron en guerra; que en este caso fue la de la Unión, en la que se enfrentaron los leales al rey Pedro el Ceremonioso o del Punyalet, con los coaligados bajo el nombre de Unión de Valencia y Unión de Aragón, donde se amalgamaban pueblos y ciudades con algunos nobles. Valencia se levantó contra su rey pero Xàtiva y Burriana, no. El monarca venció en la batalla de Mislata, a principios de 1348 y también cuando abolió los privilegios de la Unión en octubre.
El «Capellá d'Alfons el Magnànim» anota una docena más de epidemias muy duras en la Valencia brillante de los siglos XIV y XV. «Quasi la major de la gent fugí de Valencia. Feren provessons molt devotes», anota sobre la de 1478.
* El profesor Armando Alberola, que estudió los dietarios valencianos bajo el prisma del clima, señala más de 30 riadas del Turia en los siglos XVI y XVII y veintitrés nevadas en la ciudad entre 1600 y 1629. En 1628 apareció la peste en Europa, que rebrotó en 1621. Y en 1647 y 1648 Valencia sufrió una epidemia particularmente brutal. El cronista Gavaldá anotó detalles escabrosos que sin embargo nos ayudan a reconstruir el ambiente: la primera medida que adoptó el Consell de la Ciutat fue expulsar a las prostitutas de Valencia. Luego tendrían que obligar a los presos a retirar los cadáveres de las calles.
En Valencia entró por el puerto, directamente importada de Argel: el hospital de emergencia lo instalaron en la calle Troya y se intuye que el cementerio improvisado quizá esté por el barrio de Jesús. Murió el arzobispo, murió gente muy importante y creció la devoción a la Virgen de los Desamparados: entre 1652 y 1667, Valencia levantó lo que es la actual basílica de su Patrona.
Es la peste que a Sevilla le llegó un año después.
*Epidemia de cólera que sufrió la ciudad y la región valenciana entre mayo y septiembre de 1885.
Al final del verano, en agosto, cuando «apenas» había ya tres infecciones diarias, se quería cantar en la Catedral el Tedeum, la ceremonia de acción de gracias por el final de la epidemia. Pero, el gobierno determinó que para decretar el final del ataque colérico «habían de pasar veinte días después del último caso».
La salida de los cuarteles de los militares, la burla de los cordones sanitarios, la tardía toma de decisiones de las autoridades son signos que evocan «tiempos modernos». Pero la sanidad actual está incomparablemente más preparada que la de 1885, cuando el doctor Ferrán intentaba, entre dificultades de todo tipo, aplicar su vacuna. En el «pico» de la epidemia, en julio, hubo un día con 169 fallecimientos sólo en la ciudad. El balance a principios de agosto sumó 39.494 casos en la provincia de Valencia, con 12.940 defunciones. El Almanaque anota, no obstante, que «el número de víctimas debía ser algo mayor, porque muchos fallecimientos producidos por el cólera se atribuían a otras enfermedades». Y remata: «Ninguna otra provincia de España había sido tan castigada por la epidemia».
*En 1918, la gripe que nuestros abuelos llamaron «cucaracha» mató a millones de europeos en los últimos compases de la Guerra Europea. La historia de por qué fue llamada «gripe española» es conocida; el hecho de que aquel virus era de origen porcino y lo trajeron soldados americanos a Europa lo es menos.
En las reseñas de octubre y noviembre de 1918, según el Almanaque de «Las Provincias», los teatros se cerraron a mediados de octubre, en el tercer mes de la enfermedad; y sólo entonces se empezaron a controlar a los españoles que venían de Francia portando el virus. Anotemos, no obstante, que «cebábase la enfermedad en la gente joven, siendo la mayoría de los atacados de 18 a 40 años».
Barrio de Nazaret
El barrio de Natzaret tuvo su origen hace tres siglos en otra pandemia, la peste de Marsella. Como ahora, las medidas de restricción de movimientos, aislamiento y desinfección fueron la estrategia para combatirlas. València construyó ya en 1720 su primer hospital para la cuarentena de los barcos procedentes de ciudades francesas que pudieran traer la enfermedad a través de sus tripulaciones, pasajes o mercancías.
Las pandemias de peste que desde el siglo XIV azotaban Europa eran el gran enemigo de la sociedad. El sistema entonces no estaba preparado para hacer frente a las enfermedades, que se combatían a base de opio, láudano y otros remedios naturales paliativos y purgantes. Ante el drama que había supuesto la peste negra, con 25 millones de muertos en toda Europa, se impuso la búsqueda de un remedio. Se observó que el foco de peste provenía de los países del arco mediterráneo oriental (Turquía y Marruecos), donde la peste era casi endémica y dado que no se podía prescindir del comercio con estos países se decidió establecer medidas preventivas y de contención.
Entre las medidas adoptadas para contener la peste, se decretó la construcción de hospitales de cuarentena. Uno de ellos se levantó en Natzaret, que en el siglo XVIII era apenas un grupo de barracas.
A finales del siglo XVII el comercio entre València y Marsella había crecido exponencialmente, pero la aparición de la peste bubónica en esta ciudad francesa obligó a tomar medidas de aislamiento de los barcos y pasajeros que llegaban del país vecino.Entre una tercera parte y la mitad de la población de Marsella (90.000 habitantes) murió en aquella epidemia y en toda la Provenza fallecieron 120.000 personas.
En España, por orden real, en agosto de 1720 se decretó la obligación de las embarcaciones procedentes de todos los puertos franceses del Mediterráneo de hacer cuarentena. Del mismo modo se prohibió la entrada de personas procedentes de los territorios fronterizos con Marsella si no llevaban los boletines sanitarios en regla.
La decisión de cerrar fronteras para evitar cualquier contagio tuvo consecuencias muy negativas para el comercio del reino de València, aunque también las tuvo positivas al surgir de todo aquello un sistema administrativo y jurídico de protección de la salud pública efectivo y en efectivo y en ocasiones incluso excesivo. La peste de Marsella fue una prueba de fuego para la organización político-sanitaria del siglo XVIII y supuso el inicio del desarrollo del sistema sanitario organizado a nivel estatal.
En València se estableció frente a la peste de Marsella un cordón sanitario o de control alrededor del término y la actual Horta Nord y Sud. Las autoridades prohibieron circular fuera de los caminos reales.
Para combatir la epidemia, València creó una comisión de salud pública asesorada por médicos y cirujanos. Se estableció vigilancia en las puertas de la ciudad y las personas que llegaban sin salvoconducto eran retenidos bajo el puente del Real hasta que se aclaraba su situación. En la ciudad, los vecinos por las mañanas debían baldear la puerta de sus casas.
Hospital de infecciosos
Pero la decisión más importante fue, sin duda, la construcción de un lazareto (hospital de enfermedades infecciosas) donde pudieran hacer cuarentena las embarcaciones. Todo navío, mercancías y personas sospechosas eran desinfectados allí con vinagre como primera medida.
Entre el personal dedicado al control de enfermedades en el lazareto de València había un «veedor» que examinaba los barcos y un escribano que redactaba los boletines de sanidad, unos papeles expedidos por las autoridades locales de los puertos de origen donde se hacía constar la descripción de la persona, el lugar de origen, si llevaba caballerías, géneros, etc., y sobre todo si estaba libre de contagio.
El incumplimiento de las medidas se sancionaba con penas de galeras e incluso de muerte.Aunque se llamaba cuarentena, la determinación de los días venía marcada por el grado de probabilidad de contagio, y eran los comisarios de la salud quienes decidían. Así, había cuarentenas de ocho días, de cuarenta y otras de meses.
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