domingo, 6 de mayo de 2018

L'Horta


TÍPICA INSTANTÁNEA DE HACE "UNOS" AÑOS...
  La casa labriega con su persiana de caña, sus dueños labradores vestidos de la época, él con el típico blusón labriego, el burro cargado de capazos de esparto o enea, la descarga de naranjas depositadas en cajones de madera y el Guarda de Campo que se encarga de  vigilar la huerta ante los contínuos robos. Una imágen desaparecida por el tiempo.

Transcurría la década de los 50, atrás quedaban los más convulsos años de un país aislado, pobre y atenazado por las calamidades de la primera mitad del pasado siglo. Era aquella huerta de Valencia con la agricultura básicamente como único sustento de vida, donde debían producir básicamente todo aquello que necesitaban para su consumo.

La imágen era la representación viva de una gente machacada por las adversidades y la frustración de no poder soñar; para ellos sólo existía el trabajo, trabajando duramente en las faenas del campo de sol a sol.

Esas casas labriegas era algo como un arca de Noé, donde gallinas y conejos vivían en extraño equilibrio con perros y gatos, cerdos y el burro o caballo para labrar la tierra… Y en la que siempre convivían tres generaciones bajo el mismo techo: abuelos, padres e hijos.

 Habitualmente, acompañando a la familia de labradores, atentos a la descarga de la naranja, estaba el Guarda de Campo.
Los Guardas de Campo tenían reputación de hombres buenos que terciaban en pleitos y discusiones. Siempre juraron (de formas distintas según las épocas) proteger los intereses puestos bajo su custodia, con lealtad al poder establecido. Debían ser "... Hombres de buen criterio y prestigio entre sus gentes, que cuidaran como suyo lo que era de los demás y en los campos existe, pues no cuanto hay en el campo es de todos... "
Su misión era vigilar la huerta, que no cogiera nadie lo de otro, que los ganados no hicieran males, controlar las acequias, quién no la limpiaba... Entonces el campo estaba muy controlado, incluso se miraba que no se segara la parte del margen que le correspondía al vecino, porque claro, la hierba era muy apreciada para los machos... El guarda se sabía las fincas de todos, de quién era cada una y las lindes del término.

Los muchachos, y no tan muchachos, cuando les apetecía algo del campo, vigilaban al guarda, y cuando veían que estaba fumándose un cigarro en la lejanía, o no se divisaba, aprovechaban para ir a coger unas ciruelas, naranjas, albaricoques..., lo que fuera, pero para comérselos. "Hoy son para venderlos a desaprensivos compradores que quiebran la economía del siempre maltratado labrador".

Entonces había mucha gente labradora y siempre andaba alguien por los campos, trabajando,  yendo o viniendo, acarreando...

Eran otros tiempos.


LA LEY DE LA HUERTA
   Los responsables políticos municipales y autonómicos trazan visiones idílicas de la huerta valenciana, insistiendo repetidamente en los valores culturales y paisajísticos que se quieren preservar y tratan de convencer a los agricultores sobre la bondan de tal proyecto y la conveniencia de que lo asuman como algo propio que redundará en beneficios colectivos y, por supuesto, de los propios dueños o cultivadores de los campos.
   Los propietarios de los campos no aceptan que se pretenda disponer de un inmenso jardín a coste cero para el resto de la sociedad. Ante la falta de presupuesto para dotar compensaciones adecuadas, los propietarios comienzan a preguntarse si se enfrentan a una gran estratagema para obligarles a seguir con cultivos cada vez más problemáticos y con mayores pérdidas, a cambio de nada.
   Hay numerosos problemas a los que se enfrentan los agricultores, problemas de falta de rentabilidad por los altos costes y los precios a la baja de las cosechas, a veces incluso sin precios, la inviabilidad de muchos cultivos que ya es imposible llevar adelante en la huerta, la ausencia de ayudas de todo tipo, la falta de relevo generacional, porque es lógico que los jóvenes huyan de algo que no da dinero, sino pérdidas, el minifundismo que todavía complica más las cosas, los robos de cosechas, etc.
 Mesures per a salvar un estil de vida:
1.- Venda dels seus productes sense intermediaris,  garantint la TIRA DE CONTAR com a eina fonmaental.
2.- Garantir un preu mínim dels productes, pot ser mitjançant un segur agrari.
3.- Neteja de sequies. 
4.-  Distribució adecuada i necesaria del aigüa, aigua de riu (existència de llepó, samarucs, granotes...) no de depuradora 
5.- Fer ús del TRIBUNAL DE LES AIGÜES, raó de la seu existència
6.- Protecció de la collita contra els lladres, policia rural
7.- Protecció de les cases en les zones rurals contra els lladres (no tindre un policia per a 50 km de extensió), contribucions
8.- Actualment, se va a aplicar un descompte del 95% en el IBI de les terres que es treballen i de les que es justifiquen que es perceben rendes.
9.- Subvencions i deduccions fiscals a la restauració de les vivendes centenaries,
10.- Apropar els mitjans de transport públics a la gent que viu a l'horta


BANC DE TERRES
   Les persones que tinguen la propietat de camps en desús i vulguen llogar-los ja poden oferir-los al Banc de Terres de València, un registre municipal públic i gratuït al qual també es poden inscriure els llauradors i llauradores interessades a cultivar eixes parcel·les. Amb este instrument, en funcionament des del 30 d'abril de 2018, l’Ajuntament media entre l’oferta i la demanda de les terres de cultiu al terme de València i assessora les dos parts.
Servici gestionat a través del Consell Agrari Municipal amb la col·laboració de dos entitats amb les quals l’Ajuntament ha signat sengles contractes. D’una banda, «la Fundació Mundubat s’encarregarà d’identificar les propietats agrícoles que estan abandonades i desenvolupar campanyes per despertar l’interés de la propietat pel Banc de Terres». D’altra banda, el Col·legi d’Enginyers Agrònomos de LLevant desenvoluparà l’assessorament jurídic i tècnic dels propietaris i arrendataris i la mediació entre la propietat i les potencials persones arrendatàries.
 

 En La Vega Baja, unos pocos, pero grandes comercializadores están arrendando gran cantidad de minifundios y convirtiéndolos en grandes latifundios de monocultivo.
Por lo que puedes ir viendo extensiones inmensas de brócoli, berza ,o lechuga.
Esto ha destruido los cultivos de productos  no rentables por necesitar de más atención,  que a los latifundistas no les interesa.

«Declaració de Potries»

 Proteger por ley todas las huertas históricas valencianas, sea cual sea su tamaño y ubicación. Esta es la principal reivindicación de geógrafos, economistas, ambientólogos, científicos, técnicos en patrimonio y agricultores que han participado, el pasado fin de semana, en las jornadas «Hortes històriques valencianes», y que se plasmará en un documento de consenso que se denominará «Declaració de Potries». Por huertas históricas se entiende aquellas que, desde hace siglos, conforman un sistema de producción agrícola identificable y que cuentan con un patrimonio arquitectónico, cultural y de ingeniería hidráulica propio, como por ejemplo, la regada por el Serpis-Vernissa en la comarca de la Safor (antiguamente conocida como «Huerta de Gandia»), o las de Orihuela o Elx.
 La sustitución, a partir de 2019, del milenario riego a manta por el de goteo en todas las parcelas gestionadas por la Comunidad de Regantes del Rio Alcoy, supondrá el abandono de las infraestructuras hidráulicas, incluidas las acequias. 
 El presidente de los regantes del río de Alcoi, Gaspar Pérez, denunció que los verdaderos problemas de la agricultura comarcal son el «excesivo minifundismo, escaso relevo generacional, poca tecnificación y precios bajos en origen».
 La «Declaració de Potries» también exigirá «políticas activas de ayuda al agricultor, ya que no es un mero espectador ni puede ser un héroe, es la pieza central y su actividad debe ser viable», concluye Assumpta Domínguez, alcaldesa de Potries.

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