domingo, 30 de octubre de 2016

'Sexualidad funcional'

Las personas con diversidad funcional no son una especie marciana, que no necesita lo mismo que el resto de los mortales. Tienen una discapacidad. La que sea. Pero también tienen necesidades sexuales. Como todos. Sin embargo, nadie habla de ello. Nadie se preocupa de cubrir esa carencia. No hay recursos. Es como si la discapacidad fuera unida a una vida sin apetito sexual, sin deseo, sin relaciones. Nada más lejos de la realidad. La Administración, las entidades sin ánimo de lucro, los colectivos asociados... pelean para que las personas con diversidad funcional tengan cubiertas necesidades básicas como la vivienda, el trabajo, la salud o la alimentación. Pero ¿y el sexo? ¿Es tan necesario en la vida?

Un proyecto pionero en Valencia rompe los esquemas. Se llama «Sexualidad funcional», cuenta con el apoyo del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) y está subvencionado por la Generalitat Valenciana con 3.000 euros. Esa cuantía es la que marca la duración del mismo, estipulada en cuatro meses (de septiembre a diciembre). En las tres partes del proyecto: asesoramiento, orientación y apoyo psicológico; Talleres y actividades; y Mediación y acercamiento al acompañamiento sexual. El programa aborda la afectividad, el placer, la fantasía, las relaciones, las caricias... Sin tabúes, sin miedos y sin prejuicios.

 Charo Ricart, directora del proyecto y médico de profesión. Estaba preparando el trabajo final del máster de sexología y realizaba una serie de encuestas entre el colectivo de personas con diversidad funcional. Mientras ampliaba su formación viajó a Barcelona para participar en la asociación «Tandem Team Barcelona», una entidad que realiza acompañamientos sexuales para discapacitados. Allí conoció a Dyon, un joven griego que es acompañante sexual desde hace tres años. Con él ha preparado el proyecto pionero en Valencia y con él realizó tres «acompañamientos» que han cambiado la vida de sus protagonistas.

  ¿Qué es un acompañamiento sexual? «Son personas que se ofrecen para tener un encuentro íntimo con una persona discapacitada a través de acuerdos previamente pactados y consensuados. No es un programa de citas porque el objetivo no es encontrar el amor sino aumentar la autoestima», explica Charo.

Un «encuentro íntimo» no es ni tiene por qué ser genital (que también, si así lo desean las partes). «Se trata de prácticas más asociadas a lo afectivo y a lo sensual que al sexo puro y duro. Muchas veces las personas de diversidad funcional ni tan siquiera han dormido con nadie en una misma cama. Nadie les ha acariciado ni abrazado. Nadie les ha mirado con ojos de ternura. Nadie les ha besado, ni ha tenido con ellos una relación íntima. Nadie les ha hecho sentirse deseados. Los dos, usuario y acompañante, pactan lo que quieren hacer y cómo quieren hacerlo. Es un trato de igual a igual. Esa es la clave», explica Charo Ricart.

XX tiene 50 años y parálisis cerebral. Utiliza una silla de ruedas, con movilidad reducida y dificultades en el habla, había perdido toda esperanza. La cabeza le rige mejor que al resto de los mortales, pero su cuerpo va por otra parte. «Creía, debido a mi discapacidad, que ningún hombre se acercaría a mí», asegura. No se quería a sí misma. No se sentía mujer. No hablaba de sexo con nadie. XX no había oído en la vida nada parecido. Quedó con el acompañante que le había recomendado Charo, Dyon. Tomaron un café, se conocieron y quedaron para un encuentro íntimo. Entonces a XX la invadió el miedo. «Me iba a quedar sola con él en una habitación y por mi cabeza pasaron miles de cosas: que me iba a pegar, a drogar... Que me pudiera grabar para colgarlo en internet... Cuando me acuesto soy una mujer indefensa, de ahí mis miedos», explica. Ese es el principal motivo por el que jamás se planteó solicitar un servicio de prostitución. «¿Con alguien que no conoces de nada, del que no tienes referencias? No puedes fiarte de cualquiera porque estás a su merced», dice. Este encuentro le cambió la vida. «Me dio mucha ternura, confianza, seguridad, calor humano.. Me sentí mujer por primera vez», afirma. 

  «La parte del asesoramiento, orientación y apoyo psicológico es clave porque supone tener acceso a un profesional cercano, al que consultar cualquier duda sobre conocimientos, habilidades, problemas o necesidades afectivo-sexuales. Es para usuarios, pero también para familiares y profesionales. Es para aquellos que nacieron con una discapacidad y para los que les ha venido de repente o tienen una enfermedad degenerativa», explica la joven. La otra parte del proyecto la forman los talleres prácticos para que los usuarios aprendan a «conocerse, aceptarse y a expresar su erótica de manera satisfactoria». Para la joven lo «ideal» sería un centro de atención sexual para personas con cualquier discapacidad. Porque las necesidades sexuales son para todos. Con diversidad funcional o sin ella.

  «Nosotros realizamos filtros, y estudiamos los casos uno a uno para ajustar perfiles. En países como Estados Unidos, Alemania, Suiza, Holanda o Dinamarca el Estado sí cubre el servicio de acompañamiento sexual, pero de una forma fría y con citas demasiado rígidas, para ?ir al grano? y no es ese nuestro objetivo», explica.  Este apartado, además, en España no podría asumirlo la Administración.

 Dyon es el encargado de «formar» a 20 personas que quieren ser «acompañantes sexuales» en Valencia
Dyon tiene su vida personal resuelta. No tiene ni problemas afectivos ni económicos. Es griego, vive en Barcelona y lleva tres años realizando acompañamientos sexuales a personas con diversidad funcional. Empatiza con ellas con rapidez. Hoy tiene 37 años, pero hace 10 le dio una embolia que le dejó paralizada la parte izquierda de su cuerpo. Está totalmente recuperado, pero sabe bien lo que significa tener una mente despierta y un cuerpo dormido. Él es el encargado de realizar la formación a las 20 personas que se han presentado al proyecto para ser acompañantes sexuales en Valencia. No todo el mundo vale. La formación es clave y necesaria. 

«Aporto mi experiencia sexual y disfruto de la compañía. Se puede establecer un contacto íntimo de mil maneras. Se pactan los límites y es algo satisfactorio para ambos. Es una relación de igual a igual. Esa es la clave. A mí no me dan pena. Eso es lo peor que puedes hacer con una persona, tenerle lástima. Aprendo mucho de todos mis ´acompañamientos´ y descubro cosas nuevas de mi sexualidad», explica Dyon. 

 La duda recae en si hay retribución económica, o no. En el caso de Dyon, sí. «Los curas cobran, y los psicólogos, y los médicos... Todos lo hacen por ´ayudar´ pero reciben algo a cambio. El ´acompañante´ invierte tiempo y dinero en los encuentros, pero las cuantías se pactan con el usuario y pueden no ser en metálico, puede ser algo tan sencillo (o complicado) como un poema», asegura. Aún así es algo que pactan usuario y acompañante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario